O blogue da Rota Jovem estava mesmo a precisar de um bocadinho de literatura, e cá temos literatura. Literatura pensada e escrita por jovens para ser lida e disfrutada por jovens e não tão jovens. Literatura que, como sempre a literatura faz, nos transporta a outros universos e nos faz sonhar e abrir os nossos horizontes...
Rondaba
por una de las mesas del parque un bocadillo medio empezado. Llevaba
interminables segundos ahí, esperando a convertirse en migas, casi puré, y
sobre todo a abandonar ese maldito papel de aluminio que desde que se
conocieron ese día en la cocina nunca se abandonaron. Pobre bocadillo, a
medio desintegrarse y abandonado. Bueno, también habrá abandonado a un
pobre consumidor de bocadillos con la barriga medio saciada.
Seguro que andará por la vida arrepintiéndose de no habérselo comido,
seguro que la saciedad le comerá lo que al bocadillo no le ha comido y sufrirá. Y lloverá como llueven los días en los que los ojos están cansados de
mirar. Y no habrá viento porque ni él quiere pegarle y habrá hasta
oxígeno porque sus propios órganos le odian demasiado como para dejarle
morir, para que se recomponga en una piedra o cualquier gato sin
respeto, los huesos se pondrán frágiles en manifestación legítima y
transcendental contra el hombre sin corazón y la cabeza empezará a
bailarle la macarena cuando quiera irse al parque o hacerse de comer,
como lo bailan las cuarentonas borrachas al final de la noche y ya no
habrá finales felices para él, no. Ya no habrá ni finales para ese idiota
de tercera división que por deshonor ha dejado en la mesa, terreno de
agonía y olvido, dos tristes y simples rodajas de pan, una maldita loncha
de jamón y por si fuese poco una fina loncha de queso brie y mayonesa,
aunque sea de un mal gusto debatible. El sándwich y todos sus elementos
estaban sedientos de vivir el ciclo del alimento comido, digerido y
luego expulsado hacia nuevos horizontes donde quizás un día sería él uno
de los que come bocadillos. Y es que ni es cuestión del mal gusto de su
existencia, no, eso a un bocadillo poco le da pues no se llama así por
ser asa, no, es más esa percha, esa esperanza, esa llama vivaz como el
mayor de los incendios aunque imaginaria, pero aún así viva, que
implica el fulgor por la existencia a niveles que pocos humanos han
podido experimentar. Sobre todo cuando es cuestión de que al fin el
móvil se recargue para decirle a Menganito que esta noche "será la
noche de sus vidas" o cuando Fulanita vuelve con una sonrisa pintada en
la boca porque se ha comprado la nevera "que siempre quiso tener" y más
aún cuando Juan, sí Juan, va a hablarle a Carla, sí Carla, por primera
vez. Tras dos años cinco meses tres días cuatro horas cinco minutos dos
segundos y dos paquetes de cigarrillos desde el minuto, no, el jodido día
en el que la vio por primera vez entrar en su clase y preguntar si
podía pedir prestada un poco de tiza para Doña Moreno. Y que desde
entonces "todas las mujeres son meros objetos de comparación con Carla" y
"todas las pajas y todas las magdalenas, porros, copas, sol,
playa, noche, estrellas, luna, campo, animal, amor de tus padres,
admiración de tus amigos, poemas, ilíadas y odiseas, nada, estrictamente
nada superará el día en el que oirá su nombre salir de la boca de Carla". Sí, así es de transcendental, imperativo y casi y por qué no
decir universal que este bocadillo avance en la vida, y solo la punta,
el dedo de quizás poder progresar en ese coche medio roto llamado vida,
era razón para levantar los ánimos de cuarenta vías lácteas y media. Pero
hoy no era el día, al menos, no era el segundo. Gran y enormísima
tragedia alimenticia la que presencian nuestras almas saciadas de tantos
bocadillos... Grande y enormísima, sí, hasta que pasó un perro y se lo
comió. Y el bocadillo estuvo en paz, pegado al papel de aluminio, sí, pero
en paz.
O autor deste conto é Fran Bermo, e podes continuar a ler os seus textos no seu blogue, La ventana abierta.
O autor deste conto é Fran Bermo, e podes continuar a ler os seus textos no seu blogue, La ventana abierta.
Dizem os que a conhecem que a Elena é obcecada e inquieta, mas também entusiasta e perfeccionista. Ela, que também se conhece um bocadinho, diz que é, sobretudo, curiosa. É por isso que gosta de espreitar, de escrever, de experimentar. É por isso que adora cinema, leitura, viagens. E, se calhar, é também por isso que é voluntária, porque há poucas maneiras melhores para descobrir e pôr-se a prova do que isso. |
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